Ignacia Álvarez, visitante de cafés literarios hace cinco años: “Estos lugares me transportan a cuando era niña porque me hacen sentir una calidez única”

Ignacia Álvarez sentada en Café Literario
Desayuno de café literario.

Una visitante habitual de cafés literarios durante más de cinco años, especialmente del Café Literario Santa Isabel, y psicopedagoga infantil del Instituto AIEP, ha transformado sus visitas semanales en un espacio de desconexión, renovación y desarrollo profesional.

Cada semana, Ignacia acude a este café no solo para disfrutar de la lectura, sino también para encontrar un momento de calma en medio de su rutina laboral. Este hábito es más que una rutina; es una forma de equilibrar su vida profesional y personal. 

Según Memoria Chilena, a comienzos del siglo XIX, los cafés proliferan y la historia literaria y cultural del país empezó a escribirse en lugares en especial en Santiago. Sin embargo, a partir de 1850 los cafés más concurridos fueron los que se encontraban al interior de los hoteles más lujosos de la capital. 

Con el pasar del tiempo, en el territorio nacional, los cafés literarios comenzaron a difundirse como un espacio diferente a una cafetería “coloquial” o a una librería cualquiera. Actualmente, en estos lugares puedes encontrar géneros como poemas, cuentos, crónicas, escritos propios, entre otros. Además, ofrecen espacios para discutir, analizar, reflexionar o simplemente disfrutar de una pieza literaria en solitario. 

La psicopedagoga, ha demostrado desde sus estudios universitarios hasta la actualidad, que su cafetería literaria favorita es el “Café Literarios Santa Isabel”, porque queda a dos cuadras de su hogar y en segundo lugar se encuentra el “Café Literario Parque Bustamante”. Sin embargo, para ella todos estos tipos de cafés son especiales. 

Ignacia Álvarez recuerda su infancia en estos espacios: “Estos lugares me transportan a cuando era niña porque siento una calidez única, siempre que voy termino la jornada muy feliz”, cuenta.

¿Hay algo especial en los cafés literarios que no se encuentren en otros lugares para desconectarte?

“Hay muchísimas cosas que encuentro en cafés literarios y que en otras partes no. Por ejemplo, la tranquilidad en la cual se encuentran todos los visitantes. Todos están inmersos en la concentración, porque vas a leer, escribir (…) Conectas con esa parte de tu cabeza, donde hay que concentrarse para sacar el máximo provecho. Es como cuando vas a la biblioteca y no puedes hacer ruido”.

¿Cómo describirías la atmósfera de un café literario? 

“Para mí es como una atmósfera inmersiva que te induce a estar en todos tus sentidos, porque estás tomando un café o algún líquido que te acomoda y además estás realizando algo que te entrega paz. En mi caso, son las dos cosas que más me hacen feliz. Aparte, todos están en esa misma línea por lo que uno siento que se trata de parecer en un punto”. 

¿Por qué la gente visita lugares así? 

“Primero que todo, no vas solo a tomar un líquido que te gusta, vas también a leer, escribir, analizar, reflexionar y también pensar. Para mí desarrollas esa parte que no potencias si estás en un restaurante o en alguna cafetería que te gusta. Además que puedes sacar cualquier libro de cualquier área o a sentarte a escribir. Es un espacio que te ofrece muchos beneficios (…) La mayoría de las veces se llenan”.

¿Estos lugares te ayudan a pensar en los casos de los niños y niñas que atiendes? 

“Totalmente, y aunque tu no me creas he podido crear muchas estrategias o simplemente reconocer algún diagnóstico que me costó mucho desarrollar por el simple hecho de no estar 100% concentrada en mi trabajo, y con tal de llegar ahí mi cabeza piensa distinto”.

¿Recuerdas alguna experiencia o libro que te haya marcado en uno de estos cafés? 

“Más que libros, recuerdo siempre que hace unos dos meses aproximadamente, iba todos los días una niña pequeña, de no más de 15 años a leer, y leía de todo y todos los días sin falta. A mi personalmente me sorprendió las ganas que tenía y lo maravillada que la veía leyendo. Su forma me llamaba la atención, sentí en algún punto que tal vez para ella ese lugar era su escape o su lugar seguro, por algo tal vez no quería volver a su casa”.

¿Es muy caro estar en estos lugares? 

“Millones de veces he ido sin pagar ningún peso, porque no he tomado nada y solo me he sentado a leer los libros que hay ahí por horas, o simplemente voy a terminar algo que tenía pendiente para el trabajo. A veces estos cafés los utilizo como “escritorios” por así decirlo, porque todo está callado, todo es muy tranquilo. La gente que paga es porque consume, y ahí depende de lo que quieres tomar o comer”.